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Fúndete en mi fuego,
déjate llevar como la hoja
acariciada, viento suave
eterno en su ascenso.

Y fulminar en la cólera
de la tormenta despiadada,
un torbellino, que arde
en el cénit de su forma.

Llora la tierra, el mar,
la luna; miéntras ambos,
cuerpos fugaces, nos perdemos
en este instante; tiempo...

Soy ceniza de esta llama,
tizón del lánguido paladar,
tierno y pérfido, que como
el viento: pasa, arrastra...
y se va.

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