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Horizonte

Permanece cerca,
en la distancia perfecta y compleja
donde una mirada signifique
más que mil caricias.

Quédate justo dónde estas,
en la lejana cercanía,
en la sonrisa enmascarada,
en el rincón de los trastos

dónde todos los tesoros
mas preciados, son guardados
en secreto, o tal vez,
en disimulo.

Mantente alejada,
llegando tarde a tu tiempo
para que los sueños no se conviertan
en una pesadilla caótica.

Solo tú, y tu mirada.

Si tu mirada perdida
se funde en mis ojos.
Si tu mirada asustada
se encuentra en mi alma.
Si tu mirada frustrada
sonríe en mi pecho.
Si tu mirada nerviosa
contacta en mis besos.

Si al pasar tu mirada
se encuentra con mi vida,
si al gritar tus ojos
se inyectan en mi sonrisa.
Si al pasar tu mirada
sueña con mis labios,
dile al tiempo que espere
el migrar de los pájaros.
Han huido, salieron corriendo despavoridos, poniendo pies en polvorosa. Todo se ha derrumbado, todos los planes, conceptos. Nada queda. Sin horizonte, ni poniente; sin nada que defender. Solo una idea, perfecta en su forma y en su concepción. Solo esa idea... Pero qué digo... Si ni siquiera recuerdo de qué trataba dicha fórmula perfecta.
Si después de mezclar Nitrato Sódico con el óxido, todo sigue igual. Ya no queda nada.
En este vacío encuentro la venganza conseguida de algún mal enemigo. Pues que arda en él la llama de la envidia por codiciarla y no saber cuidarla como advertí. Y eso que la fórmula era sencilla... Pues ya no la recuerdo. Todo se olvidó.
Ha oscurecido la tarde, y se ha llenado el cielo de ideas brillantes; y al andar, se ha cernido el brazo del recuerdo alrededor de mi cuello, y tu fragancia vino(o más bien, mistela)a parar a mi fino olfato.

Cerca de casa, encontré a un hombre serio sentado en su puerta, su pregunta fue clara, concisa y seca.
-Cuando la luz nos ciegue, ¿hacia dónde caminarás?
Me quedé contemplando su cara. Sus ojos fríos y distantes, miraban mas allá de mis propios ojos. No contesté. No pude contestar...

Tras entrar en casa, la puerta no dejó de chirriar hasta su cierre; y es que, desde que te has ido, la casa no deja de hacer ruidos cada vez más graves.

La comida no supuso esfuerzo alguno, al igual que apagar la televisión tampoco fue demasiado. Salí al balcón a fumar un cigarrillo, y al ascender la vista, descubrí con pavor que todas las ideas brillantes habían desaparecido con la luz eléctrica, formada en el callejón en el que me encontraba.
Todos los demás balcones estaban cerrados, quizás por miedo... La ciudad me asfixiaba, además de aquel cigarro; sabía que la ciudad intoxicaba mi única visión asequible de este mundo.

Aquella noche no soñé, los ruidos se mezclaron con mis sentidos, y aquello formó un coágulo de ideas que desaparecían con el alba; al igual que ocurría en el callejón, la luz eléctrica no dejaba ver aquellas maravillosas ideas y se perdían todas, en el alba.