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Fúndete en mi fuego,
déjate llevar como la hoja
acariciada, viento suave
eterno en su ascenso.

Y fulminar en la cólera
de la tormenta despiadada,
un torbellino, que arde
en el cénit de su forma.

Llora la tierra, el mar,
la luna; miéntras ambos,
cuerpos fugaces, nos perdemos
en este instante; tiempo...

Soy ceniza de esta llama,
tizón del lánguido paladar,
tierno y pérfido, que como
el viento: pasa, arrastra...
y se va.

A las armas!

Lanza tu arma contra mi pueblo,
gólpeale hasta hacerle sangrar.

Ya en el suelo, písale hasta
que sus entrañas estallen, hasta
que tu rabia se sacie contra
tu hermano.

Sois vosotros la espada
de este gobierno.

Un gobierno sabio, gentil, que
todo lo que sabe es dar.

Carga contra nosotros tu aroma
olor a cloaca y pólvora, por ellos,
tus gobernantes que te arrojan
su mano desde lo alto de su Olimpo...

Noble guerrero,
despierta...
Noble guerrero,
es la hora...

Y solo dos...

Etérea, como tu mirada;
Efímera, como tus besos;
Extraña, como el tiempo;
Especial, como Tú.

Imponente, como el ocaso;
Imposible, como los sueños;
Impasible, como el caos;
Importante, como esta vida.

Áspera, y ardiente;
Ambiciosa, como una diosa;
Amable, como el mayor de los pobres;
Atractiva, como la última copa de la noche.

O eso o la muerte,
un deseo fugaz,
ofrécete, o hazme saber que estas.

Hundámonos entre alaridos,
animales sin coraza
que rompen sus cuerpos con el aire.

Dos cuerpos y mil palabras,
y mil silencios, y cien miradas.

Y sólo dos...
Ahora que notas el orden
aun sumiéndote en el caos,
ahora que el mundo lleva
nombre propio, y su esencia
es persistencia de tu existencia.

Ahora que has pisado el escalón
del miedo, y sin temblar, cruzaste.
Y te alzaste victorioso aún sintiendo
el alma vacía, un cuerpo sin
esperanza...

Es hora de que nazcas, de que mires
y veas al mundo, con los ojos primerizos
de un niño, que todo sea por primera vez.

Es hora de que lo aprendido, sea sólo el
curso de lo que queda por aprender, y sin
miedo... siempre, evitando el miedo...